1º de julio de 1960, la fundación de nuestra Escuela
José R. López Pájaro
El 1° de julio de 1960 el Círculo de Periodistas Deportivos decidió concretar un viejo deseo de don José López Pájaro: crear la primera escuela de periodismo deportivo del país. No sabían que con ese acto de amor por la profesión comenzaban a escribir una historia que incorporaría a la Escuela del Círculo dentro de la cultura de la prensa argentina.
¿Cuánto de locura hubo en aquella decisión? ¿Cuánto de temeridad? Quizás sólo lo hicieron por el salvaje amor que sentían por la profesión que ejercitaban en las míticas redacciones de El Gráfico, Goles, Crítica, o en esa televisión recién nacida. ¿Sabrían que estaban por marcar un hito en el periodismo deportivo argentino?
«La Escuela fue un gran sueño de ese insigne maestro y extraordinario hombre don Pepe López Pájaro» recuerda hoy Ernesto Cherquis Bialo, alumno del primer curso, con una mirada en la que se adivina veneración y respeto hacia el fundador del Círculo. «Hasta entonces, un periodista se iniciaba en la profesión de manera empírica, romántica y artesanal. En 1960, el Círculo de Periodistas Deportivos decidió abandonar el romanticismo y crear una escuela donde se formaran periodistas de forma didáctica. Los jóvenes de aquella generación, que no teníamos lugares donde refugiar nuestra vocación, supimos que si queríamos ser periodistas de verdad íbamos a tener una escuela».
Héctor Vega Onesime fue otro de los jóvenes que llegó buscando un curso a su vocación. En sus “Memorias de un periodista deportivo” recuerda que «una noticia –de origen impreciso- daba cuenta de que el Círculo de Periodistas Deportivos inauguraría un curso en forma experimental, cuya durabilidad dependía del eco que provocara su convocatoria. Los inscriptos superaron con amplitud los cupos dispuestos, permitiendo que la iniciativa madurara. Esa avalancha de aspirantes me dejó esperando una decisión selectiva de las autoridades para saber si era aceptado o no. Acudí acompañado de una expectante alegría».
El primer curso fue experimental porque los periodistas del Círculo no estaban seguros de cuánto interés existiría por estudiar una profesión que aún vivía los años de la bohemia. Los más de 100 interesados, sin embargo, permitieron comprender que no se estaba frente a una aventura sino ante el inicio de una historia que, en palabras de Cherquis, «incorporaría para siempre a la Escuela del Círculo dentro de la cultura de la prensa argentina». La locura cobraba forma. La temeridad cedía paso a la seguridad.
Aunque los estudios de periodismo deportivo eran algo desconocido hasta entonces, las redacciones estaban llenas de maestros que dictaban sus clases frente a las máquinas de escribir o los micrófonos. «Mis paradigmas eran relatar como Fioravanti y escribir como Borocotó. Ver el boxeo como Frascara y ser crítico como Panzeri» recuerda Cherquis. Vega Onesime, a su vez, rememora que Frascara era capaz de titular “¿El señor es boxeador?” a un artículo en el que se describía a un púgil de fino estilo, o que Borocotó mezclaba emoción, dicha, ternura y compasión en sus “Apiladas” de la última página de El Gráfico. Eran maestros con sus textos, con sus anécdotas y con la ternura que transmitían a sus jóvenes discípulos en las redacciones.
Pensar un plan de estudio no resultó complicado para un curso cuya duración sería de cuatro meses: un taller de redacción de gráfica, radio y TV y los deportes de mayor relevancia popular como el fútbol, el básquet, la natación y el boxeo. Elegir el cuerpo docente se reveló como un asunto más complicado, porque maestros sobraban y estaban dispuestos a enseñar periodismo sin cobrar un peso. «Del excelente cuadro de profesores que nos daba clases en la Escuela, había dos que me generaban una afinidad especial: Borocotó (Ricardo Lorenzo) y Félix Daniel Frascara. Figuras emblemáticas de El Gráfico, considerados arquitectos de su fisonomía, patriarcas excluyentes, venerados maestros» cuenta Vega Onesime. Cherquis Bialo aún no puede creerlo: «¡Teníamos a Borocotó de profesor! ¡Teníamos a Frascara de profesor! ¡Y venían y nos daban clase, se ponían frente a nosotros por dos horas! ¡Fioravanti fue profesor nuestro, que era el relator número uno de la Argentina!». Los demás profesores no les iban a la zaga en prestigio. Enzo Ardigó, figura de La Oral Deportiva, no podía faltar. Alfredo Manuel Rutschi, Apo, el inventor de un programa que marcaría época en la televisión argentina como Polémica en el fútbol, tampoco. Alfonso Araujo y Carlos Escudero enseñaron reglamento de boxeo, asignatura que también contó con la presencia del medallista olímpico Raúl Landini. Eduardo Alperín, otro alumno del primer curso experimental, recuerda con especial cariño al profesor de básquetbol Casimiro González Trilla, quien integró el cuerpo técnico del seleccionado nacional de básquet campeón del mundo de 1950, «porque gracias a él me enteré de que la Escuela abriría el curso y me inscribí». Ernesto Lastra, árbitro en aquel mundial de básquet, también fue de la partida. El preparador físico José D´Amico, el crítico de arte Eduardo Baliari, el árbitro José Bartolomé Macías, el ex presidente de San Lorenzo Enrique Pinto, Pedro Valdés -quien años después sería presidente del Círculo-, Marco Aurelio Mantecón y el campeón de aguas abiertas Ernesto Caracciolo completaron el cuerpo de profesores. Angel Barrios asumió la dirección de la Escuela secundado por Juan Macera. Repasar la nómina obliga a coincidir con Cherquis: «Era imposible no ser periodista con esos maestros, porque esos maestros eran capaces de fabricar un periodista».
La aventura comenzó oficialmente el 1° de julio de 1960. Lunes, miércoles y viernes de 19 a 21. La sede, Rodríguez Peña 628, el señorial petit hotel sede del Círculo de Periodistas Deportivos. Fueron cuatro meses de encuentros de profesores apasionados con un grupo de jóvenes que soñó al periodismo deportivo como algo posible, al alcance de la mano: «Cuando me iba de la escuela» dice Cherquis Bialo «sentía un verdadero trepidar en mi corazón, porque había venido un grupo de señores a darnos lo mejor de sus conocimientos. Y nosotros teníamos que honrarlos, teníamos que dignificarlo. Ellos eran la fuente de la sabiduría».
Otros no estaban aún seguros de su vocación, aunque los gestos de los profesores pronto volcarían de manera decisiva esa indefinición. Los primeros días Vega Onesime apenas se preocupaba por asistir, llegaba a las clases justo al comenzar y se retiraba apenas concluían, sin tomar el café de rigor con los maestros del periodismo para oír sus infinitas anécdotas. Hasta que en una clase Frascara quiso destacar al autor de un trabajo por su singular calidad: «“Voy a nombrarlo y pedirle que se pare”, anunció ceremoniosamente. Al oír mi nombre, rubor y estupor paralizaron mis sentidos. Esa distinción significó un vuelco sustancial. Me transformé en un alumno más integrado y participativo, de mayor y mejor comunicación con alumnos y profesores». Allí comenzó a forjarse el periodista que llegaría veinticinco después a la dirección de El Gráfico, el sueño del pibe.
No fue el único que hizo carrera. En ese primer curso comenzó a forjarse la nueva generación de periodistas deportivos que tomaron la posta de los maestros para convertirse ellos mismos en uno. Cherquis Bialo reemplazó a Vega Onesime, su gran amigo, en la dirección de El Gráfico. Además fue conductor de La Oral Deportiva, Director de Contenidos de Radio Rivadavia, Gerente de Deportes de Telefé, Gerente de Torneos y Competencias, Gerente de Proyectos Especiales de VCC y hoy es Director de Medios y Comunicación de la AFA. Un curriculum resumido de Eduardo Alperín dirá que fue Prosecretario de Deportes del diario La Nación, Jefe de Prensa del Comité Olímpico Argentino entre 1992 y 2002 y es actualmente columnista de ESPNdeportes.com. César Volco fue director de la revista Goles. Ernesto Mizrahi fue un gran periodista de boxeo en Canal 13, Radio Rivadavia y Goles, y devolvió su amor por la Escuela dando clases hasta el día que nos dejó un vacío en el alma. Diego Bonadeo comenzó su carrera en El Gráfico, pasó por decenas de redacciones de gráfica, radio y televisión, y sólo por haber creado “Sport 80” merece ser parte de la historia grande de la radio argentina. Ernesto Muñiz dedicó su vida al diario La Nación, donde fue Jefe de Deportes, Prosecretario de Redacción y Director Periodístico de La Nación online. Eduardo “Coco” Llana escribió hermosos artículos en El Gráfico y La Nación. Néstor Ibarra fue destacado comentarista de José María Muñoz, pasó con naturalidad y talento a la conducción de programas de radio de interés general y obtuvo tres premios Martín Fierro y un diploma Kónex. Juan Pedro Puebla siguió el camino de la producción. Carlos Addeo, Oscar Breglia, Álvaro Carballo, Manuel Hermida y Jorge Rolandi también participaron de la aventura inicial.
El éxito del curso experimental convenció a don José López Pájaro de que el sueño ya había echado alas. El 10 de abril de 1961 comenzó formalmente la carrera de periodismo deportivo. Tres años de duración, más materias, un decidido perfil humanístico con la incorporación de asignaturas como Literatura y Filosofía. Algunos de los alumnos del primer curso se incorporaron a la nueva carrera. Sabían que allí estaban los maestros que, con amor, deseaban pasar la posta a una nueva generación de periodistas deportivos.
El sueño loco, el sueño temerario, había dejado lugar a una institución de enseñanza que se incorporó a la mejor tradición del periodismo argentino. Que formó a tres generaciones de periodistas, entre los que se encuentran algunos de los más prestigiosos del país. Y que hizo, hace y hará historia.
Por ello, quienes estudiaron a lo largo de estos más de cincuenta años hoy les dicen a aquellos maestros: gracias por soñarnos.